Lecturas adictivas
Una tarde de febrero del 2001, siendo martes 13 para ser exactos, estaba llegando a casa después del trabajo. Estaba bastante frío y nublado, eran poco más de las 5 de la tarde, y en breve comenzaría a oscurecer. Yo no tenía planes de salir y mucho menos se vislumbraba nada para la celebración del 14 de febrero, es decir estaba más solo que una ostra.
Entonces me preparé un café y decidí comenzar a leer otro libro. En ese entonces no tenía televisor, lo cual hoy me parece que era realmente una bendición, porque todas las tardes llegaba a leer y a sumergirme en Dios sabe dónde. Total que, haciendo caso omiso del viejo dicho de que en martes 13 ni te cases, ni te embarques ni te vayas a otra parte, pues me embarqué en la lectura de un nuevo libro.
Pues eso resultó sumamente adictivo. Esa tarde comencé a leer y me atrapó la historia de inmediato y me pasé las siguientes cinco horas leyendo sin interrupción. Contrario a lo que pensaba, pues el 14 sí me salió una cita, a la cual solo acudí por compromiso, porque me tomé el café más rápido de mi vida, todo para regresar desesperadamente a casa a continuar leyendo. Así pasaron los días de esa semana, hasta que llegó el sábado. Ese día comencé a leer desde las 9 de la mañana que me levanté hasta las 2 am del día domingo. No solté el libro, más que para comer en algún momento o ir al sanitario.
Al terminar la lectura quedé con un dejo entre nostalgia, añoranza, tristeza y alegría al mismo tiempo. Hasta ahora han habido varios otros libros que he leído así, de manera adictiva, sin soltarlos, pero en mi mente recuerdo con mucha precisión este, quizá porque ha sido el único de esa dimensión que he leído en menos de una semana. El libro del que les hablo es Memorias de una Geisha, de Arthur Golden.
La historia es de un periodista que entrevista a una mujer japonesa, una geisha, con la condición de que no revele ni su nombre ni los de los involucrados en la historia. Es así como ella nos lleva a conocer sus propias experiencias desde niña hasta cómo se convirtió en geisha, y lo que vivió después. Todo esto mezclado con el contexto del Japón antes de entrar a la Segunda Guerra Mundial y de los sucesos que vivieron los japoneses durante la guerra. En medio de todo esto, se nos revelan los detalles de uno de los secretos y tradiciones mayormente guardados de la cultura japonesa, así como las vicisitudes por las que atravesaban las mujeres que se dedicaban a ese oficio, poco comprendido por la cultura occidental y hasta estigmatizado en algunos momentos.
La novela en sí misma es fascinante, pero también los sucesos en torno a la creación del libro son interesantes.
Golden entrevistó a varias geishas, quienes le dieron los detalles sobre su mundo. El autor creó un mundo ficticio pero lo más parecido a la realidad y con detalles investigados de manera minuciosa y correcta. Sin embargo, al ser publicado el libro, el autor fue demandado por una de las geishas alegando incumplimiento de contrato y difamación del personaje. Se había acordado que Golden debería proteger el anonimato debido al código de silencio sobre los clientes. Finalmente, hasta donde se sabe, se llegó a un arreglo fuera de juicio de una forma que no se ha revelado.
Lo que más me gusta de este tipo de historias, es que el narrador no es totalmente omnisciente, sino que a su vez se vuelve espectador al recibir la narración del personaje principal. Así, conforme vamos leyendo, el narrador nos acompaña a escuchar la voz del personaje principal, como en este caso. Te invito a que lo leas y te hagas tu propia opinión sobre la novela.
Finalmente, cabe decir que los que nos consideramos lectores de corazón, somos adictos a la lectura. Es decir, la lectura en sí misma se vuelve adictiva, pero hay algunos libros que nos atrapan desde el primer momento y nos vemos sumergidos por completo en un mundo en el que, a veces, difícilmente logramos distinguir la realidad de la ficción. Entonces, ¿Cuál ha sido tu lectura más adictiva? Cuéntame.