A propósito de… el paso de “La Emperatriz” por Hidalgo
Hace unas horas muchos de nosotros pudimos vivir el paso, por Hidalgo, de la locomotora Empress 2816, mejor conocida como “La Emperatriz”, lo cual me permitió revivir un recuerdo y es que, por mi amado pueblito, hace muchos años, pasaba el tren de pasajero.
Son varios los recuerdos que tengo de niña y que están ligados al tren, pero, sobre todo, este día recordé mi primer viaje en el ferrocarril de pasajeros. Quizás ese fue de los últimos viajes que hubo en la zona, o, simplemente, así pareció para mí, porque nunca más tuve oportunidad de tomar uno.
Ese día, o mejor dicho, esa noche, porque el tren de pasajeros pasaba ya sólo de noche. Fui con mi abuelita y mi mamá a la estación del tren, nuestro destino era León, íbamos a comprar zapatos y quizás era muy noche o sólo me dormía temprano en ese entonces, porque yo tenía mucho sueño.
La espera se hizo eterna, y la noche comenzaba a sentirse más fría. En cuanto hizo parada el tren, subimos a él sólo para darnos cuenta de que ya no habían lugares.
“Más adelante baja gente” dijo un señor, así que, aceptamos su propuesta y nos subimos. Nos acomodamos cerca del último asiento. El personal del tren improvisó un lugar para nosotros, con unos cartones, no era lo más cómodo, pero la promesa es que, quizás en Querétaro, alguien bajaría y podríamos sentarnos en los asientos, no fue así.
La noche se fue haciendo cada vez más fría y yo, no podía dormir, por más que me acurrucaba entre las piernas de mi mamá, no lograba calentarme. En ese momento pensaba que para nada era la experiencia que había imaginado y que no podía suponer que viajar en tren era tan frío.
Llegamos a Querétaro y nada, nadie bajó. Ni modo, deberías seguir sobre ese frío cartón. Quizás hice berrinche, porque el frío era insoportable para mí, y lo peor es que el trayecto duraría toda la noche, así que, mi mal humor sólo aumentó, no podría dormir, no podía calentarme y peor aún, no podía ver nada porque íbamos en el piso del tren.
Por suerte, en algún punto que no recuerdo cuál era, alguien se bajó y pudimos cambiarnos a una de las cabinitas. Sinceramente no esperaba mucho, pero me sorprendió gratamente, esos asientos tenían clima, para nada se sentía el frío, y eran tan cómodos que me quedé dormida, quizás sólo estaba muy cansada.
Pero, cuando más plácidamente dormía, mi mamá me despertó: “Ya llegamos”, así que hubo que bajarse encamorrada y a seguir el camino. Me hubiera gustado regresar en tren, pero el horario no se acomodaba, así que, tuvimos que buscar otra opción para volver a tierra hidalguense.