A propósito de… El sismo
El viernes por la noche, se activó la alarma en la Ciudad de México, por lo que, rápidamente, los memes no si hicieron esperar, sobre todo, de quienes hicieron broma de que ya no era septiembre para que estuviera temblando, y como buenos mexicanos, nos reímos de la situación para aminorar la tensión.
Por eso, hoy quiero contarles de la vez que el temblor nos salvó, a mí, y a mi dinero. Resulta que el 19 de septiembre del 2017, un amigo me citó para hablarme de un negocio que, según él, era muy bueno y convenía mucho, por lo que, como buena “inversora” que soy, decidí ir para escuchar de esa “oportunidad única en la vida”.
La cita era en el Starbucks ubicado en la Tecnoplaza, de Pachuca, porque, como buen “tiburón”, los buenos negocios requieren de “buenas inversiones”, aunque, como te imaginarás, todo era parte del plan macabro para fingir estatus y hacerle creer a la víctima, o sea yo, que el negocio era bueno y que ganaría muchísimo dinero (ajá).
Al principio sólo estábamos mi amigo y yo, y comenzamos pidiendo unas tizanas o algo así, para no desesperar en lo que llegaba el famoso “empresario” que nos invitaría al grandioso negocio de nuestras vidas.
Luego de varios minutos, llegó la persona que esperábamos y con traje y reloj caro, nos comenzó a explicar sobre el supuesto negocio. Recuerdo que era algo de inversiones en línea, pero, conforme avanzaba la plática, iba quedando cada vez más claro que todo se trataba de una de esas estafas piramidales.
Sí, de esas que tiene que invertir dinero cada cierto tiempo, hasta que se vuelve insostenible y terminas perdiendo lo poco o mucho que gastaste en ese tipo de “negocios” y digo gastaste, porque de ganancias, sólo los que están arriba de la pirámide.
En fin, conforme avanzaba la charla, mi mente comenzó a ideas formas de salirme “decentemente” del lugar y rechazar la “jugosa oferta de negocio” que me proponía este sujeto, que por cierto, era muy habilidoso con las palabras y por un momento dude en darle el beneficio de la duda.
Pero, cuando me acercaba al precipicio de caer en sus garras, las lámparas del Starbucks comenzaron a balancearse. ¡Ay cabrón!, dijo mi amigo, quien, como buen mexiquense que es, sabía que se trataba de un temblor y que lo mejor era salir del establecimiento.
Antes de ese día, no recuerdo que se hubiera sentido un temblor en Hidalgo. Por lo que, al principio dudé qué hacer, pero mi amigo rápidamente sugirió que fuéramos afuera.
Ya afuera, todos comenzamos a calmarnos y asimilar lo que había pasado, sí, se había sentido un temblor en Hidalgo, un sismo que causó muchos estragos en muchos estados del sur y centro del país y que, me permitió tener el pretexto perfecto para despedirme elegantemente y marcharme antes de que me convencieran de entrar a esa estafa piramidal.