De amores mexicanos en Estados Unidos

El día de ayer 16 de enero de 2024, falleció el escritor mexicano José Agustín. Esta noticia me sorprendió mucho, ya que al igual que Jorge Ibargüengoitia es uno de mis escritores favoritos.

José Agustín Ramírez Gómez, nació el 19 de agosto de 1944, en Guadalajara, Jalisco, pero al mes siguiente fue registrado en Acapulco, Gro. Realizó estudios de Letras Clásicas en la UNAM, luego Dirección en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos, y Composición Dramática en el Instituto Nacional de Bellas Artes y en la Asociación Nacional de Actores.

Perteneció a la llamada literatura de la onda, un movimiento informal a la que pertenecieron otros escritores y que debían su influencia al movimiento beatnik de Estados Unidos.

José Agustín era alguien de contracultura en México, un gran literato aparentemente ligero pero que escudriña con profundidad en la sociedad y las personas. Fue prolífico creando una amplia producción de novelas, cuentos, obras de teatro y guiones. Leerlo es como platicar con él, siempre con una vivacidad y agudeza para establecer los temas y mostrarnos una visión inigualable de México y el mundo.

Cuando comencé a leer Ciudades Desiertas, no quise soltarla en los días siguientes. De hecho, la mitad la leí de una sentada, y el resto en varios días por que tenía que cumplir mis obligaciones laborales. Es de esas historias de amor que uno quisiera experimentar en la vida, de esos amores entrañables que, si lo tenemos una vez en la vida, no se va a repetir nunca.

Decía Elena Poniatowska: “Si hay hombres como Eligio, la vida merece vivirse; si hay chavos así de generosos, ojalá y volviera yo a nacer en este país de machos con sus venganzas de corrido.”

La historia comienza cuando a Susana, esposa de Eligio, la invitan para pasar una temporada en una ciudad de Estados Unidos, cercana a Chicago, para participar en el Programa de Escritores de la Universidad de Arcadia. Susana decide aceptar y sin más preámbulo, sin dar aviso abandona a su marido para lanzarse a su propia aventura. Entonces, Eligio decide ir a buscarla y se vuelve el hilo conductor de la novela, que como se le quiera ver se convierte en un viaje o en una persecución. Los temas principales que aborda la novela son dos: uno es la relación de los protagonistas con los Estados Unidos siendo mexicanos, y el segundo es la relación de pareja. Es así como la novela se estructura en tres líneas narrativas: la formación de un microcosmos, un tanto ajeno y circunstancial para los personajes; la visión de la sociedad norteamericana desde el punto de vista de los personajes mexicanos y un replanteamiento de los estereotipos de los dos países.

A lo largo de la narración vemos cómo la organización del Programa de Escritores es ridiculizada, con el discurso autocomplaciente de los norteamericanos y con la actitud de la anfitriona Becky, quien más bien parece un capataz de los participantes. Pero, por otra parte, los participantes o escritores tampoco salen bien parados en medio de la narración. Más bien parecen personajes que consideran su estancia en Arcadia como una oportunidad para hacerse de algo de dinero, pasearse por Estados Unidos, incrementar su biblioteca y comer y beber desaforadamente a costa del Programa.

Uno de los puntos más interesantes de la novela es que el narrador es extradiegético y heterodiegético, de tal forma que se confronta el relato desde los puntos de vista de los dos protagonistas y así percibimos a los demás personajes desde su mirada crítica.

De acuerdo a la lógica el Programa, los personajes se agrupan en bloques culturales. Susa y Eligio se identifican con los latinoamericanos – un peruano, un argentino y un colombiano- con quienes comparten una misma actitud irreverente hacia los anfitriones. En otro sentido, los orientales forman un grupo silencioso, replegado en sí mismo, y los de Europa Oriental son extraños y extravagantes. La actitud más constante que mantienen los latinoamericanos hacia Estados Unidos es la provocación; por razones históricas, geográficas y políticas son los que se muestran más sensibles ante el etnocentrismo norteamericano.

“¿Te fijas? Comentó Ramón, estos yanquis siempre te dicen que tú eres afortunadísimo de estar aquí, y jamás ellos tienen la fortuna de contar con nosotros…” (Ciudades Desiertas, 1982)
La relación que tenemos los mexicanos con los vecinos del norte es muy particular, y va desde la admiración ilimitada hasta el odio más acérrimo, y en muchos casos se trata de sentimientos contradictorios que combinan ambos extremos. Eligio observa críticamente y le desagrada la fuerte automatización que hay en Estados Unidos (para todo hay máquinas), se sorprende de la asepsia de las ciudades tan uniformes y aburridas para él, detesta la comida y desconfía de la honestidad de la policía. Sin embargo, hay contradicción en el comportamiento de Eligio y Susana, y entonces los dos se enfrascan con el mexicanísimo rito de irse a un centro comercial a gastar a manos llenas. Eligio no se resiste a comprarse un equipo de sonido, porque “la industria en México es lo más subdesarrollado”; luego se deja llevar por el placer de adquirir un carro norteamericano y manejarlo. En medio de todo esto, la novela constituye una autocrítica brutal, de nuestro comportamiento como mexicanos.

Mucho más se puede extraer de esta novela, casi arquetípica en sí misma, pero escrita con un desenfado prácticamente intencional para llevarnos por los mundos de México y Estados Unidos, cargados de las visiones y experiencias de los personajes; muchas páginas más podría escribir al respecto, pero lo que mejor recomiendo es leerla para que ustedes mismos se formen su opinión y de deleiten en las aventuras de Susana y Eligio.