Descubren en la zona Tula – Tepeji vestigios de pueblos previos al esplendor Tolteca
Tula de Allende, Hidalgo.- Arqueólogos registraron restos de construcciones y cerámica que datan de más de 2 mil 200 años, y otros de ocupación teotihuacana
Entre los materiales se hallaron objetos de otros lugares que dan cuenta de la amplia red de comercio en la que estuvo inmersa esta área
Siglos antes de que la influencia cultural de Tula alcanzara varias regiones de Mesoamérica, entre 900 y 1150 d.C., el área conocida como Tula-Tepeji, en lo que hoy es el estado de Hidalgo, contó con asentamientos de una compleja estructura social como lo demuestra el reciente hallazgo de vestigios que datan de más de 2 mil 200 años, y otros que hacen referencia a la ocupación teotihuacana, hacia 300-450 de nuestra era.
En un terreno particular, en Tepeji del Río, arqueólogos del INAH llevaron a cabo un rescate en los primeros meses de este año, de restos de construcciones y cerámica que brindan información relevante de la ocupación de este espacio durante el periodo Formativo Tardío (400-200 a.C.); así como de vestigios de una unidad habitacional teotihuacana, cuya orientación de 15°17’ coincide con la de la gran urbe del Altiplano.
Luis Gamboa, arqueólogo del Centro INAH Hidalgo que coordinó los trabajos del rescate arqueológico, explicó que los materiales obtenidos revelan la trascendencia de las culturas asentadas en esa área, previas a la consolidación del Estado tolteca (900-1150 d.C.). “Generalmente cuando nos referimos al suroeste de Hidalgo, la región Tula-Tepeji, se piensa en lo tolteca, en la gran ciudad de Tula y en la imagen de las cariátides, pero ¿qué pasó antes? Hubo culturas asentadas en el lugar siglos antes de nuestra era, y ya para la época teotihuacana, del año 300 al 450 después de Cristo, se ubicaron los primeros asentamientos dispersos en el Valle de Tula, cuya cabecera regional era Chingú, un sitio dedicado a la extracción de caliza (de la que se obtenía la cal apagada para el estuco) y que estaba subordinado a Teotihuacan”.
Los vestigios de la unidad habitacional teotihuacana explorados corresponden al sitio La Loma, que tuvo una extensión aproximada de 80 hectáreas, de acuerdo con recorridos de superficie realizados por la arqueóloga Guadalupe Mastache en los años 70.
Como parte del reciente rescate, los arqueólogos del INAH sondearon sólo un área de 20 m², un espacio reducido pero de importante potencial arqueológico. Mediante una excavación extensiva se registraron los restos de la citada unidad habitacional teotihuacana.
El arqueólogo Hussein Amador prepara una tesis con base en información de los restos del conjunto arquitectónico. Éstos corresponden a un patio abierto, de 2.5 m x 2.5 m, que comunicaba a cuartos. Todas estas construcciones se encuentran sobre un basamento rectangular y datan de las fases Tlamimilolpa y Xolalpan Temprano (dentro de la cronología de Teotihuacan), hacia 300-450 d.C. Del periodo posterior no se pudieron recuperar muchos testimonios debido a la degradación del terreno a causa de su uso para siembra.
El arqueólogo Luis Gamboa recordó una teoría hecha por el investigador René Millon (fallecido hace unas semanas), para comprender la falta de evidencia de épocas posteriores en La Loma. Conforme a esa propuesta, en la fase Xolalpan Tardío (550-650 d.C.), gente procedente de sitios periféricos como La Loma pudieron engrosar la tasa demográfica de Teotihuacan, uno de los factores que conducirían al colapso de la gran urbe.
Gamboa señaló que además de tejos y cerámicas típicas teotihuacanas se recuperaron algunas foráneas denominadas por los arqueólogos como Anaranjado Delgado y Granular Ware. “La primera proviene de San Juan Ixcaquixtla, Puebla; y el segundo de Xochipala, Guerrero. También hay cerámicas grisáceas de doble incisión, identificadas por Alfonso Caso como de estilo oaxaqueño”. Estos materiales dan testimonio de la amplia red de comercio en épocas teotihuacanas.
También sobresalen raspadores y navajillas prismáticas de obsidiana oscura, posiblemente procedente de Zinapécuaro, Michoacán, y un par de fragmentos de moldes de figurillas antropomorfas. Lo interesante es que figurillas obtenidas con esta matriz se han encontrado en el barrio de Occidente de Teotihuacan y en Jiquilpan, Michoacán. “No digo que aquí se elaboraran las figurillas, sino que había una distribución más amplia de ellas, y de que en Tepeji también había representaciones similares hechas en serie”.
Asimismo, en los niveles inferiores de la excavación se identificaron restos de una construcción del periodo Formativo Tardío (400-200 a.C.) y materiales cerámicos propios de estas fases tempranas: cuencos de silueta compuesta, pintados en rojo, pulidos; rojo bayo; policromas, así como blanco y rojo sobre color café, incluso con decoraciones negativas.
Laura Lucero Hernández, partícipe del rescate, detalló que además se identificaron cerámicas de otros lugares como Chupícuaro, reconocida en la región de Acámbaro; también se localizaron algunas figurillas que muestran la interacción con la parte del Bajío.
Dentro de los materiales líticos encontrados del periodo Formativo, sobresalen puntas de proyectil, las más antiguas descubiertas en la región Tula-Tepeji. También algunos restos óseos de cuadrúpedos y huesos largos de humano, pero ningún entierro completo.
El arqueólogo Luis Gamboa concluyó que el rescate arqueológico en Tepeji del Río “habla de la trascendencia del sitio a lo largo de la historia, ya que esta zona se encuentra en una ruta de interacción guiada por el río Lerma, que va desde Colima, pasa por Michoacán, Guanajuato, Querétaro, y que es una vía natural hacia la Cuenca de México, en su parte norte, hasta continuar hacia la región Puebla-Tlaxcala”.
Tras el dictamen del rescate, la construcción del particular se hará en las áreas donde no existen vestigios arqueológicos y se subirán los niveles del terreno para la conservación de lo que se encuentra en el subsuelo.