Las fantásticas aventuras de Alicia

Tendría yo unos 15 años cuando estando en la secundaria, me enfrascaba en las historias de Agatha Christie, y las leía como si al día siguiente fuera el fin del mundo. Sin embargo, después de leer Dios sabe cuántas novelas, llegó a mis manos la obra de Charles Lutwidge Dogson, mejor conocido por su seudónimo: Lewis Carroll, y quien fuera un matemático, lógico, fotógrafo y escritos británico. Mucho más conocido por sus obras de “Las Aventuras de Alicia en el País de las Maravillas” y “Alicia a través del Espejo y lo que encontró ahí”, pero que también escribió algunos poemas y libros sobre matemáticas y lógica. Tuvo una fuerte afición a la fotografía, y llegó a tener un estudio en el que documentó más de 3000 imágenes, pero que desafortunadamente se han perdido una gran cantidad y apenas hoy se han catalogado cerca de 1000. De hecho, tuvo una gran influencia en la fotografía victoriana y recientemente se ha publicado su obra fotográfica.
Publicado por primera vez en 1865, “Alicia en el País de las Maravillas” (en inglés, “Alice’s Adventures in Wonderland”), es una de las obras más emblemáticas de la literatura infantil, aunque su alcance va mucho más allá, tocando los terrenos de la filosofía, la lógica y la reflexión sobre el absurdo. La historia de la gestación de la misma obra en sí es muy interesante, pero no es el propósito del presente artículo, de lo contrario me llevaría una larga narrativa al respecto. Cabe mencionar que, desde su primera publicación, ha fascinado tanto a jóvenes como a adultos, gracias a su mezcla de fantasía, humor surrealista y profundidad conceptual. Es una obra que no solo ofrece un escape al lector hacia un mundo maravilloso y extraño, sino que también provoca preguntas sobre la naturaleza de la realidad y el sentido común.
La historia comienza con una niña llamada Alicia que, aburrida de su rutina en el campo, sigue a un conejo blanco que lleva un reloj de bolsillo y parece estar completamente apurado. Al caer por un agujero, Alicia se encuentra en un mundo fantástico donde las reglas de la lógica parecen no tener cabida. En el País de las Maravillas, los personajes son tan excéntricos como las situaciones que viven: un sombrerero loco, una reina de corazones que ordena la ejecución de todos a su alrededor, un gato de Cheshire que desaparece dejando solo su sonrisa, entre muchos otros.
Lo que destaca de esta obra es su capacidad para jugar con las expectativas del lector y desafiar la percepción de la realidad. A lo largo del viaje de Alicia, se enfrenta a situaciones y personajes que no se ajustan a la lógica convencional. Los diálogos y las escenas parecen no tener un sentido claro, pero es precisamente esa falta de sentido lo que lleva al lector a reflexionar sobre los límites del lenguaje, el poder de las convenciones sociales y las absurdas reglas que rigen nuestras vidas.
Una de las características más fascinantes de “Alicia en el País de las Maravillas” es su humor. A menudo, este humor se presenta en forma de juegos de palabras, paradojas y situaciones absurdas que generan tanto desconcierto como diversión. Carroll, matemático y lógico, usa su conocimiento de las estructuras formales para crear una serie de juegos lingüísticos que subvierten las expectativas del lector y desafían la lógica tradicional. Las charlas entre Alicia y los diversos personajes, como el Conejo Blanco, el Sombrerero Loco y la Liebre de Marzo, son fundamentales para crear una atmósfera donde lo irracional se convierte en la norma.
Sin embargo, más allá de su humor y su extravagante relato, “Alicia en el País de las Maravillas” ofrece una profunda reflexión sobre la identidad y el crecimiento personal. A lo largo de la obra, Alicia atraviesa una serie de transformaciones físicas y emocionales. Crece y se encoge, cambia de tamaño de manera inexplicable, y constantemente se ve obligada a adaptarse a un entorno que desafía todas sus nociones previas sobre el mundo. Este proceso de adaptación, junto con su constante cuestionamiento de las reglas del País de las Maravillas, refleja el proceso de madurez y autodescubrimiento que todos los individuos deben enfrentar en su crecimiento.
Carroll también juega con la idea de la autoridad y la rebelión contra las reglas arbitrarias. Los personajes que Alicia encuentra en su viaje, especialmente la Reina de Corazones, se presentan como figuras autoritarias que imponen normas absurdas sin justificación alguna. Esta rebelión contra las figuras de poder, o la incapacidad de estas para ofrecer respuestas lógicas o consistentes, invita al lector a reflexionar sobre las reglas que seguimos en la vida diaria, y a cuestionar su validez.
La obra, además, se encuentra plagada de referencias a las ciencias y las matemáticas, lo que refleja la formación académica de Carroll, quien era matemático y lógico. Desde juegos con la lógica, como las paradojas y los acertijos, hasta referencias más directas al álgebra y la geometría, “Alicia en el País de las Maravillas” es un terreno fértil para quien desee buscar capas adicionales de interpretación. Es probable que, al leerla por primera vez, muchos niños y adultos se enfrenten al texto simplemente como una historia fantástica y divertida; sin embargo, conforme profundizan, la obra se abre a una multiplicidad de interpretaciones más complejas.
Uno de los aspectos más notables de “Alicia en el País de las Maravillas” es su capacidad para permanecer relevante a lo largo del tiempo. A pesar de haber sido escrita hace más de 150 años, la obra sigue siendo leída y apreciada por nuevas generaciones. Esto se debe no solo a su rica fantasía, sino también a su crítica implícita a las normas sociales y a la manera en que cuestiona el orden establecido. Alicia se presenta como una figura que, a pesar de su juventud, tiene una capacidad sorprendente para desafiar la autoridad y buscar respuestas propias.
En conclusión, “Alicia en el País de las Maravillas” no es simplemente un cuento para niños, sino una obra literaria llena de capas que invitan a la reflexión sobre la naturaleza de la realidad, la lógica, el poder y la identidad. La obra abre un mundo de posibilidades interpretativas desde diversos puntos de vista que van desde los literario, antropológico, sociológico y psicológico principalmente. La habilidad de Lewis Carroll para fusionar el absurdo con la lógica, la fantasía con la crítica social convierte a esta obra en un clásico que trasciende generaciones, ofreciendo un universo literario fascinante y desafiante que sigue cautivando a lectores de todas las edades.